MIGRACIÓN CON PERSPECTIVA DE GÉNERO

26.04.2021

La realidad social actual que se vive en la mayor parte del mundo está marcada por grandes desafíos que amenazan de forma individual y colectiva la vida de los seres humanos y su convivencia en contextos que provean paz, seguridad y bienestar, lo cual se constituye en grandes generadores del deterioro social, tal es el caso de la desigualdad, la pobreza, el desempleo, la violencia, el déficit en el sistema de salud y educación, la trascendencia de los valores, la falta de liderazgo, el auge del populismo, el medio ambiente y la contaminación, la intensidad y la frecuencia de los desastres naturales, entre otros elementos que alteran y desafían la vida de los seres humanos.

La Organización Mundial de la Salud (2017) indica que más allá del ámbito sanitario, existe una serie de fuerzas dentro de las cuales destaca el hambre, la escasez, la violencia, la inseguridad, entre otras, que repercuten en la salud y en consecuencia afectan la convivencia social, por lo que menoscaban considerablemente la salud y el bienestar de naciones y comunidades, especialmente en las regiones más pobres del mundo, siendo Latinoamérica una de estas zonas afectadas, donde la crisis social impacta el comportamiento de los ciudadanos comunes, quienes reflejan conductas hostiles que se hacen cada vez más evidentes, entre otros problemas que aquejan a gran parte de la población.

Ante las dificultades sociales, las personas toman decisiones muchas veces basadas en el temor, y una de las respuestas a las crisis sociales está referida a las migraciones masivas como un fenómeno indetenible que se refleja en muchas partes del mundo. Esta dinámica de movimiento intensivo de personas por las fronteras de diversos países con rutas de migración, en la mayoría de los casos, irregulares y peligrosas, aumenta los riesgos de violencia basada en género, siendo un punto clave para la trata de personas, donde las mujeres, las niñas y las personas LGBTI, son los principales candidatos para este flagelo que amenaza la vida de miles de personas en condición de migrantes. De igual forma, cabe destacar, que existe poca cultura migratoria en la mayoría de países receptores de migrantes, lo cual se deja ver en el alto índice de violencia, feminicidio, xenofobia y racismo.

Pese al peligro que representan las migraciones en contextos amenazantes, un número cada vez mayor de personas sigue migrando, dentro de las cuales las mujeres representan una cifra muy significativa en esta población. Una de las razones más comunes de la migración de mujeres corresponde a la búsqueda de mejores oportunidades de vida, sin dejar de considerar que otra razón muy común es huir o escapar de la violencia basada en género que las aqueja. Paradójicamente, las mujeres, durante la migración se encuentran con una de las razones por la cual migran, y es que también se exponen a desafíos en la mayoría de los casos muy complejos que incluyen riesgos y vulnerabilidad, sobre todo por sus características y condiciones particulares.

En este orden de ideas, cabe señalar que, durante la historia de la humanidad, la percepción acerca de la mujer ha tenido una distinción muy marcada desde el punto de vista cultural y social. El rol de las mujeres ha evolucionado a lo largo de la historia, desde ser amas de casa, madres, esposas hasta empoderarse en cargos de alta distinción, tener participación destacada en contextos sociales y políticos, incluso ser presidente de una nación. Esta participación importante se debe a la declaración de derechos humanos avalados por organismos internacionales de destacada intervención humanitaria como es el caso de ONU Mujeres, orientados a promover y preservar la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres para garantizar la participación en igualdad de condiciones en todos los ámbitos de la vida.

No obstante, aunque las mujeres cuentan con derechos humanos propios muy valiosos, la realidad, también refleja que a pesar de los múltiples esfuerzos que se han hecho en su  defensa a lo largo de la historia, las cifras de violencia contra las mujeres y niñas son cada vez más alarmantes. Y es que, en paralelo a la evolución de estos derechos, se ha mantenido arraigado el modelo social del patriarcado, el cual representa el soporte de la violencia basada en género, convirtiéndose en un fenómeno dentro del inconsciente colectivo, manifestado como algo muy propio de la cultura y la sociedad, por eso trasciende la historia y pareciera que nadie lo detiene.

El rol de la mujer, desde la ancestral familia patriarcal, ha estado reducido a la exclusión social, a formar parte del patrimonio del padre o la pareja, relegada a la función reproductora y labores domésticas. Asombrosamente, esta percepción aún se mantiene como un eje transversal en los patrones nucleares de hombres y mujeres. La mujer sigue siendo percibida como un objeto propiedad del hombre, debiendo obediencia y sumisión al padre o al marido, quienes se creen con derechos sobre las mujeres para apropiarse por métodos pacíficos o violentos de su cuerpo, su fuerza productiva y su fuerza reproductiva.

El patriarcado se ha enquistado en la sociedad como un sistema de creencias a tal punto que se ha normalizado a lo largo de la vida del ser humano, hasta dejarse ver como un "patrimonio histórico y cultural". Al respecto, Schütz, (1932) incorpora a las ciencias sociales el método de la fenomenología, donde destaca o define a la realidad como un mundo en el que los fenómenos están dados, sin importar si éstos son reales, ideales, o imaginarios. 

Este destacado autor hace énfasis en que el sujeto que vive y participa en el mundo social está determinado por su biografía y por su experiencia inmediata. Donde la configuración biográfica alude a que cada individuo se sitúa de una manera particular en el mundo, pues toda su experiencia es única. Sus padres, la crianza y educación recibidas, los intereses, deseos y motivos, todos son elementos que aportan a la formación de personalidades únicas. La experiencia personal inmediata tiene relación con la perspectiva desde la que el sujeto aprehende la realidad, y la comprensión se hace en relación a la posición que ocupa en el mundo. 

De allí que la realidad sobre la experiencia de la violencia basada en género, cuya naturaleza y estructura sólo pueden ser captadas desde el marco de referencia interno de los sujetos que viven y experimentan esta práctica en la vida cotidiana, exige ser estudiada desde lo fenomenológico; la esencia del ser depende del modo en que es vivida la cotidianidad y percibida por el sujeto, una realidad interna y personal única, propia de cada uno de ellos desde la realidad social como lo determina Schütz (1932) al afirmar que "corresponde al mundo de objetos culturales e instituciones sociales en el que todos hemos nacido, dentro del cual debemos movernos y con el que tenemos que entendernos". (p.39).

En este particular, hombres y mujeres están inmersos en una realidad social, con experiencias, situaciones y conflictos internos, con historias de vida, con familia, creencias, normas y cuestiones del contexto que los influyen significativamente y que los condicionan para su actuación en la convivencia con sus semejantes, y es allí donde ponen de manifiesto todo el repertorio de valores y creencias nucleares que traen de su infancia y de su historia familiar, si este repertorio corresponde a patrones rígidos y castrantes marcados por la violencia, entonces estos mismos patrones se verán puestos en marcha en su narrativa y convivencia con otros y sobre todo en la percepción que tiene sobre las mujeres.

Al respecto, Tarazona (2021), destaca la realidad de una sociedad fragmentada por elementos domésticos donde se imponen esquemas y modelos de violencia y vulneración que terminan siendo socialmente aceptados. Por lo tanto, la violencia basada en género se ha convertido en un fenómeno que impacta profundamente la vida de miles de personas y familias, lo cual se proyecta en una sociedad quebrantada de una manera profundamente significativa a razón de un imaginario social de violencia y victimismo instalado y normalizado en las mentes de las personas.

Es así como, las migraciones afectadas por la violencia basada en género están dejando una estela en la sociedad, una marca muy visible en "una generación sin padres", con modelos parentales ausentes, desestructurados, con experiencias vitales difíciles, sin modelos de referencia funcionales que en consecuencia están concibiendo y percibiendo el mundo desde sus experiencias vitales tempranas y desde allí responderán y seguirán reproduciendo de generación a generación sus patrones nucleares incubados en su conciencia y condicionados por heridas causadas por el abandono, el rechazo y la violencia.

En este particular, Torres (2020), destaca que la conciencia es entendida como la facultad del ser humano de conocer su propia existencia, sus estados, sus actos y el contexto que lo rodea, es decir su sentido de realidad y pertenencia. Además, es una competencia que le permite discernir entre lo bueno y lo malo, es la esencia vital de toda persona para poder darse cuenta de su propia existencia y la del otro, por lo tanto, se constituye en un activo muy valioso para la convivencia en sociedad que debe atenderse, educarse y evaluarse.  

La conciencia es uno de los conceptos más importantes dentro de la filosofía y la psicología, permite uno de los estados mentales más valiosos en el ser humano como es la capacidad de razonar para interpretar estímulos y sensaciones que darán significado y valor a la propia existencia y a la de otros, donde las emociones y sentimientos se arraigan para conformar un modo de ser, hacer, conocer y convivir con otros. En este sentido, vale la pena reflexionar sobre las siguientes interrogantes: ¿Quién soy yo por dentro y quién soy yo por fuera?, ¿Quién soy yo con el otro?. Las respuestas a estas interrogantes permiten develar el conocimiento propio y el aporte de una persona a la sociedad.

La conciencia, a razón de su vulnerabilidad, es un elemento del ser que puede condicionarse y programarse por los estímulos que le aporta el medio o el contexto social. Es así que, el aporte de la sociedad desde el Estado representa una poderosa influencia en la conciencia de los ciudadanos, dándoles forma a los individuos que la componen, es decir, condiciona el pensamiento, los sentimientos y los comportamientos; lo que se deja ver en la convivencia del día a día de las comunidades.

Los frutos de este condicionamiento pueden ser manifiestos en dos polaridades: por una parte, seres empáticos, amables, caracterizados por la conducta pro social, el amor, la compasión, el respeto y la tolerancia; seres virtuosos y capaces de desarrollar su potencial. Por otro lado, seres con respuestas emocionales cargadas de ansiedad, hostiles, violentos, frustrados, sin esperanza, rendidos al contexto social y con dificultad para la convivencia social.

Este condicionamiento es un proceso que se gesta poco a poco en el inconsciente de las personas, las mentes se programan para ser controladas por la información del aporte social, el cual utiliza como estrategia el condicionamiento inducido desde el miedo, la escasez, la carencia, la desesperanza. Es algo muy sutil pero que genera un fruto seguro de condicionamiento racional, emocional y conductual, hasta que las personas se acostumbran y lo ven como normal, es lo que siempre ven, en consecuencia, se cree que es lo único que hay.

Cabe destacar, que el condicionamiento de la conciencia emocional es dependiente del momento histórico, social y cultural que vive la sociedad y son los diferentes actores los encargados de inducir y provocar los estímulos del condicionamiento que llevan al cambio en la forma de vida de las sociedades y donde los sujetos participan desde la percepción que hacen del contexto social. 

En el mismo orden de importancia, para Torres (2020), la percepción del mundo circundante que hace cada individuo, es un factor sumamente importante, pues es desde esta percepción que hará interpretaciones y a partir de éstas responderá a los retos de la vida, se comportará, establecerá protocolos de convivencia, se relacionará con él mismo y con otros, y de ser posible se planteará expectativas, esto con el único propósito de garantizar un funcionamiento social efectivo así como ser y sentirse parte de un grupo social.

Si bien es cierto, que el contexto social es influyente de alguna manera en la percepción del sujeto, potenciando o inhibiendo su respuesta social, también es cierto que no es determinante, pues al hacerse consciente de sí mismo y del contexto que lo rodea, podrá darse el permiso de evaluar y de ser posible cambiar su percepción y por ende sus interpretaciones. El contexto no se puede cambiar, pero la interpretación que se tiene de él si es posible cambiarla.

No se trata de negar el contexto, ni mucho menos evitarlo, ni pensar en "soluciones mágicas"; se trata de hacerle frente a través de la activación y movilización de los recursos internos de los cuales todo individuo ha sido dotado, tales como la longanimidad, la resiliencia, el optimismo, la fe y la esperanza. De no hacerlo, la atención de los sujetos estará centrada en los estímulos sociales, que en la mayoría de los casos son aversivos y amenazan el funcionamiento social, por lo que el sujeto estará expuesto a desarrollar emociones y sentimientos como la frustración y la desesperanza, lo cual dará paso y soporte a la violencia, la inhibición social o en última instancia, a las migraciones en busca de nuevas oportunidades de vida.

Las crisis son inevitables, y es allí donde emerge todo lo que hay dentro del corazón del hombre, lo bueno y lo malo, lo mejor y lo peor. Por tanto, es de vital importancia apelar a la conciencia y hacer un alto para revisar y examinar el mundo interior ya que cuando una persona se comunica con otros expone su repertorio de conductas, pensamientos, emociones y sentimientos. Cabe reflexionar: ¿Por qué a unos se les dificulta tanto relacionarse con otros de forma sana y por qué a otros se les facilita la convivencia y fluyen de manera exitosa en sus relaciones con los demás? La respuesta a estas interrogantes es que para que una persona se lleve bien con los demás es necesario que se lleve bien con ella misma, es decir, ser capaz de gestionar su mundo emocional interior a pesar de las circunstancias adversas de la vida.

Los momentos difíciles, las pérdidas y las crisis forman parte de la vida, pero ante esta realidad el ser humano ha sido dotado de habilidades que puede desarrollar para hacer frente a la adversidad. La adversidad no se puede elegir, pero la actitud ante ella si se puede decidir. En tiempos difíciles sobreviven los que mejor se adaptan, los que logran movilizar sus recursos internos para acceder a nuevas formas de pensar y hacer las cosas.

Al respecto Torres (2020), también destaca que, dentro de la percepción del contexto social, los valores tienen una participación sumamente importante, estos corresponden a los principios, virtudes y cualidades que caracterizan a una persona, y se evalúan de manera social, es decir, que es la sociedad quien determina lo que es virtuoso y lo que no es. Los valores más significativos se aprenden en familia para ser ejecutados en la sociedad, siendo esta quien hace la valoración, aprobación y afirmación de los mismos. Los valores se miden en función de las creencias y costumbres que una persona recoge en su proceso evolutivo, principalmente en su infancia, lo que constituye el repertorio de cualidades que lo impulsa a actuar, sentir y construir sus intereses, y es con este bagaje que sale a encontrarse con el mundo y a interactuar con otros.

A partir del repertorio de valores que conforman a una persona, se define su patrón de pensamientos y su percepción del mundo, lo que determina su estilo de vida y la manera como crea experiencias con otros. El fin último de los valores es que sean compartidos en sociedad para generar bienestar colectivo, estos valores son distinguidos por la ética y la moral, dentro de los cuales destacan el respeto, la tolerancia, la bondad, la paz, la compasión, la solidaridad, la amistad, la honestidad, el amor, la justicia, la libertad, la honradez, entre otros.

En tiempo de dificultad social, así como el ritmo cambiante y acelerado que lleva el mundo, los valores también comienzan a cambiar, y por ende las formas de vida, es decir, lo que era percibido como "anormal" en un tiempo anterior, ahora comienza a verse como "normal". Los valores sociales, culturales, familiares y religiosos son los primeros que quedan expuestos a merced de los estímulos sociales. Esto le da otra forma a la axiología y sobre todo a la antropología, los términos ética y moral empiezan a reconstruirse, a tomar una nueva concepción, reduciendo al ser humano y su esencia a una "cosa" que pareciera que no tiene dimensiones definidas, es decir a "cualquier cosa", cualquier conducta sirve, cualquier concepto de ser humano sirve.

Los valores tienen connotaciones individuales y grupales de acuerdo a los grupos sociales, sin embargo, el mundo está al frente de una dinámica llamada transculturización, que aporta un elemento determinante al cambio de los valores universales. Es común escuchar, sobre todo a la gente mayor: "a lo bueno lo llaman malo y a lo malo lo llaman bueno", esta es una percepción que se hace producto del discernimiento de los valore y devela la transformación de lo fenomenológico en cuanto a las vivencias y la conciencia de los seres sociales quienes son expuestos a los cambios que se dan día tras día y que transforman el concepto de "ser humano" y por ende influyen en la convivencia social.

Al considerar al hombre como un ser social con características sociales innatas que va desarrollando en su evolutiva para la convivencia como una necesidad para coexistir y sobrevivir, se hace necesario educarlo para tal fin. En consecuencia, el estudio del hombre como ser social no deja de ser relevante a lo largo de la historia y desde los contextos sociales, entendiendo que el ser humano es biopsicosocial con emociones, actitudes y dominio intelectual; en este particular, es necesario su estudio ubicado en un contexto histórico, social, biológico, político, cultural y religioso.

En conclusión, para atender los problemas sociales dentro de los cuales destacan las migraciones masivas tanto voluntarias como forzadas y la manifestación de la violencia basada en género con cifras cada vez más alarmantes, existen recursos de instancia mayor representados por los derechos humanos, sin embargo, no existen "soluciones mágicas" ni recursos humanos suficientes para atender este flagelo que azota a la humanidad representado en la violencia y la maldad, y esto lo comprueba la historia del ser humano hasta el momento presente y con un pronóstico poco esperanzador.

Sin embargo, la sanidad de una conciencia emocional libre de patrones nucleares basados en la dominancia, la esclavitud, el victimismo, la violencia, la maldad, el abandono y el rechazo, es un proceso difícil de alcanzar a nivel de masas, por lo que requiere un compromiso individual con alcance colectivo. Entonces a partir de allí, se puede empezar con pequeños aportes desde la familia, la iglesia, la escuela, la universidad, los actores sociales y comunitarios para estimular a una cultura de paz, al rescate y la movilización de los recursos internos, promoviendo la resiliencia y alcanzando el equilibrio emocional necesario para hacer frente a la adversidad. Entendiendo que no todos van a alcanzar esta libertad, por lo que es un proceso subjetivo que parte de una decisión, aceptación y compromiso hacia la transformación y la experiencia de una nueva forma de vivir basada en la libertad, el amor y el perdón.

Para tal fin, el ideal del proceso educativo en materia de derechos humanos, debe ajustarse contextualmente para cubrir las necesidades en función de considerar el condicionamiento de la conciencia emocional del sujeto que aprende, proveyendo sentido justo, coherente y equilibrado de acuerdo a la realidad del momento presente y considerando el fruto de la formación en un contexto futuro. Entendiendo la educación como un proceso fenomenológico de construcción humana a partir de elementos axiológicos, ideológicos, de interés y visiones que orientan la formación de los ciudadanos para la libertad y que provea apropiaciones mentales duraderas y maduras, que sea comunicado y transmitido de manera permanente considerando como objetivo un beneficio que se presente deseable y alcanzable por los sujetos para su convivencia en la sociedad.

Artículo presentado en el Diplomado Equidad de Género y Derechos Humanos de la Universidad de Los Andes. 

Autora: Lucy Torres de Barón. 

Docente universitaria, investigadora activa del núcleo de investigación FIPSED de la UPEL, Psicóloga de la Universidad Yacambú, Especialista en educación a distancia (UNA), Magíster en ciencias mención orientación de la conducta (CIPPSV), Doctora en ciencias de la educación (UPEL). 

@lucytorrespsic

REFERENCIAS

Organización Mundial de la Salud, 2017. Informe: "Más sano, más justo, más seguro: la travesía de la salud mundial 2007-2017". Documento en línea. Disponible en: https://www.who.int/publications/es/. [Consulta: 2018, Febrero, 12].

Schütz, Alfred (1932), La construcción significativa del mundo social. Introducción a la sociología comprensiva, Ediciones Paidós, Barcelona, 1ª reimpresión en España, 1993.

Tarazona, J. (2021). Diplomado Equidad de Género y derechos humanos. Sesión 6. Migración con perspectiva de género. FUNDAREDES. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=ieB0HOT9UHU

Torres, L. (2020). Aporte teórico para al desarrollo de habilidades sociales en los estudiantes del IPRGR desde la perspectiva de la responsabilidad social. 

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